Yarcazú no fue una palabra que se me hiciera familiar la primera vez que la escuché, proviene de la lengua indígena Huetar que significa “Cangreja” que es el nombre que recibe este Parque Nacional en honor a las comunidades originarias que viven en las faldas de la montaña, misma que figura la forma de una “Cangreja” vista desde ciertos sectores en sus alrededores.
Una vieja leyenda indígena cuenta sobre un tesoro que protegía una enorme Cangreja en el cerro, convirtiéndose en piedra después de luchar contra un Huetar en su anhelo por encontrar el tesoro que nunca apareció. La moraleja de la historia trata de que el verdadero tesoro que protegía eran las riquezas de la montaña, sus aguas y el bosque.
La historia para lo que hoy es este lugar y las zonas montañosas de Puriscal, es que no siempre fueron tan verdes como lo pueden ser hasta el día de hoy. Gracias a esfuerzos de las comunidades, la fundación del Parque Nacional y el turismo rural comunitario que llegó pocos años después, hoy algunos de estos bosques se recuperan después de años arrastrando las consecuencias de una de las peores épocas de deforestación que vivió el país entre los años 50 y 70, donde extrajeron todas las “maderas preciosas” dejándolos casi en ruinas. Lo que hoy es el parque nacional sufrió un incendio en el año 1991 que dejo en cenizas una parte importante de cobertura boscosa, mientras que en sus alrededores se vivía el apogeo de la ganadería y los monocultivos, que llegaron en esa época a la zona como el cacao, el frijol, seguido de la palma aceitera en los últimos años.
Estos bosques resilientes actualmente son el hogar de miles de especies, desde arboles y plantas endémicas hasta una enorme cantidad de vida salvaje. Bosques que brindan recurso hídrico a al menos 6 comunidades en los alrededores y que hoy son parte importante del corredor biológico Paso de Las Lapas.
Habitualmente estos no son lugares o comunidades donde la cultura de la conservación tenga años de prevalecer, aun hoy en día perduran algunas viejas y malas costumbres como la cacería, la tala y la extracción de flora y fauna, pero muchas familias en sus alrededores han aprendido en poco tiempo sobre el valor de la naturaleza y cuan importante es mantener viva la montaña.
Casa Plinia es una de las pocas reservas que se ha dedicado en pocos años a reforestar gran parte de lo que eran potreros y áreas con poca densidad boscosa en los limites con el parque en el sector Santa Rosa. Hoy en día se dedican al ecoturismo, brindando hospedaje, promoviendo el arte, la cultura y la conservación en la comunidad. Agustin es un ávido conservacionista y especialista en el tema del cultivo de arboles, ha creado en Casa Plinia su propio arboreto con especies nativas y especies en peligro de extinción para lograr una reforestación en modalidad de enriquecimiento.
Al otro lado de este Cerro, en otros sectores del Parque muchas otras familias y proyectos también trabajan en pro del bosque y la montaña. Para Finca Siempre Verde la educación ha sido un pilar y la llave para la sostenibilidad de la finca desde la llegada del turismo a la zona, Marco y Jenni han trabajado como guias naturalistas certificados y conocen muy bien cada uno de los rincones del parque y sus alrededores, hoy en dia su proyecto cuenta con un albergue para hospedaje de grupos. Estudiantes universitarios del extranjero visitan año a año su proyecto.
Con el pasar de los años y la recuperación de los bosques la vida ahora es más. Con la ayuda del corredor Biológico la Lapa Roja volvió desde el 2006 para quedarse, después de muchos años de haber desaparecido de la zona sus poblaciones han crecido y hoy en día es posible verles anidar en los altos arboles de Gallinazo. El pájaro Campana sigue llegando a los alrededores del Parque durante su migración altitudinal a principios del verano y con frecuencia se ve El Rey surcar por encima de la piedra de La Cangreja.
Con el pasar del tiempo, el apoyo de entidades y la toma decisiones de las personas que viven a la sombra de esta montaña, se ha logrado que resurja casi de las cenizas. El claro ejemplo de que la protección de los recursos y la conservación de una montaña y toda la vida que alberga, se puede lograr, haciendo pequeños cambios día a día en las comunidades que le rodean.
Desde que visité este lugar en el 2015 muchas razones siempre me han hecho volver, las aves, los amaneceres y la emoción de siempre conocer algo nuevo. Sin importar cuantas veces este ahí estos bosques siempre tienen algo para mostrar, un solo día en este lugar se convierte en muchas oportunidades para aprender y conocer sobre la esperanza de ver con vida la montaña.